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jueves, mayo 24, 2007,00:31
Fragmentos de recuerdos de la memoria III
Si estás leyendo esto y no sabes de qué va, pásate antes por aquí.




III

Los dos nos quedamos callados por algún tiempo. Yo estaba pensativo y ella supongo que aliviada. En la cocina sólo se oía el constante tic, tic, tac del reloj azul que tenía frente a mí. El tiempo había pasado casi sin percatarme de él y con ese pensamiento mi memoria recordé algo que había leído tiempo atrás, una cita de Einstein que recordaba vagamente en la que el físico alemán quería explicar su compleja teoría a la gente de a pie: «Si te sientas junto a una chica bonita durante una hora, te parecerá un minuto». Estaba de acuerdo, aunque no hacía falta que la chica -o chico, según fuera el caso- fuera bonita, simplemente te lo tenía que parecer a ti. Y en este caso así era.

-Me tengo que marchar -rasgó el silencio con su dulce voz-. Ya se me ha hecho demasiado tarde.

-Vale… ¿nos vemos el próximo jueves? -la pregunté.

-No sé, te llamo el domingo por la tarde y te digo.

-De acuerdo.

A mucha gente no le gustan las tardes de domingo. La paz y tranquilidad que rebosan las calles les es desagradable, ajena al bullicio al que están acostumbrados. Sienten un aburrimiento y un hastío que no comparto, que no deseo. Desde siempre me han gustado las tardes de domingo y en especial las que son frías, oscuras y lluviosas. Recuerdo con cariño las tardes de domingo en las que aprendí a jugar a leer con mi abuelo -fallecido ya- y con mi hermano pequeño -desaparecido tiempo ha-. Creo que parte de esa tranquilidad, gusto y conversación aún perduran en mí. Aún soy consciente cada vez que miro tan atrás, de que mucho de lo que he sido y aún ahora soy se lo debo a mi extraña niñez, ajena del mundo real, sumida en algodones y en tantas protecciones innecesarias. Supongo que si todo hubiera sido ligeramente distinto yo también lo hubiera sido. Y eso no sé si podría soportarlo.

-Adiós -me dijo después de darme dos sinceros besos.

-Hasta que nos veamos -le contesté mientras la vi alejarse por el estrecho pasillo que conducía al ascensor y a la escalera; y cerré la puerta.

La soledad de mi pequeño piso se tornó de nuevo, se alzó y poseyó a todo lo que allí habitaba. Mientras fregaba los restos de nuestra comida estuve pensando en todo aquello que me había contado Raquel. No tenía ninguna duda de la veracidad de lo que me había estado contado y aún así no acababa de creérmelo. David me había caído más o menos bien desde siempre, el único reproche que tenía hasta ahora sobre su persona era que en ocasiones, cuando ella lo veía, su rostro cambiaba de su habitual sonrisa a una extraña y rutinaria desazón. Ahora comprendía ciertas cosas que antes no podía y, al mismo tiempo, otras tantas dudas y preguntas brotaban a mi alrededor.

Cuando todo estuvo limpio y más o menos ordenado -el orden dentro de mi particular caos-, me puse algo de música de los tiempos en los que yo era algo más joven y me puse a navegar un poco por Internet. Entré en la red de redes para mirar cómo iban las ventas de libros esta semana y para comprobar mi correo electrónico. Pero después de contestar un par de e-mails y descubrir que aún no habían actualizado las ventas me sumergí entre páginas y páginas. Navegué por enlaces que me llevaron a mundos desconocidos, perdidos entre las telarañas y el polvo que anida en la vida oculta. Desterrados para aquellos que no se atreven a cruzar solos la puerta de entrada. Dos cortos zumbidos interrumpieron mis exploraciones -alguien llamaba desde abajo-.

-¿Sí? -pregunté.

-Soy Michael -contestó la voz que desde la calle venía.

-Sube -respondí mientras apretaba el botón que liberaba la cerradura de la puerta.

En aquel momento recordé que le había dicho a Michael que me trajese una copia del manuscrito que estaba traduciendo, para ver cómo era el resultado. Michael era un buen traductor y también un buen amigo. Lo conocí en Irlanda y desde aquel día siempre trabajó en mis proyectos. Hacía un par de años cayó en una fuerte depresión por la muerte de su hermosa mujer, Carmen, pero ya lo había superado. Era un luchador nato.

-Lo que me pediste. Ten cuidado y no te quemes: está recién salido del horno -bromeó mientras me mostraba su sonrisa y me ofrecía el manuscrito.

-¡Hola Michael! Espero que esté en su punto -seguí con la broma-, sabes que los filetes me gustan bien pasados.

-Tranquilo, soy un excelente gourmet.

Le ofrecí la copa de vino que siempre rechazaba y él se fue al frigorífico a servirse un frío botellín de cerveza. Mientras tanto hojeé el texto, aún en sucio, insuficiente para enseñar el jefazo pero más que suficiente para mí. Como supervisor de la sección de narrativa contemporánea -jefecillo me llamaban amistosamente los que estaban a mis órdenes en la editorial-, todos los libros tenían que tener mi aprobación antes de tener la aprobación final -y de cortesía- que debía dar el director de la editorial antes de que un libro fuese a la imprenta y viese definitivamente la luz.

-Creo que lo encontrará todo a su gusto, ¿no es así? -preguntó Michael mientras que con un abridor destapaba la cerveza.

-Bueno… para ser el trabajo de dos semanas no está nada mal, pero aún hay demasiadas zonas en rojo.

Michael era bueno, realmente bueno con el resultado final de todas sus traducciones. No era muy hábil para el inglés antiguo ni para los poetas de habla inglesa, pero era un auténtico mago con sus traducciones de autores contemporáneos, ideal para lo que nosotros hacíamos. Aunque había un problema, como todo en esta vida, las zonas en rojo. Él tenía una vena de escritor a la que era incapaz de sobreponerse y nunca terminaba de decidirse por la traducción del pasaje que era la más fiel a lo que suponía que quería expresar su autor. Por ello era tan bueno en sus acabados, porque se tomaba mucha molestia y comprobaba, si es que las había, las diferentes ediciones que se habían hecho del texto en francés, en italiano… y veía las soluciones que sus compañeros de trabajo habían decidido. Y él actuaba escribiendo diferentes soluciones textuales, marcadas en rojo, que elegía normalmente la noche anterior a la que el texto debía de estar corregido y revisado para darle el aprobado final.

-Lo sé… es que este autor es bastante complejo. Aún no tengo claro alguna de las elecciones -se excusó.

-¿Algunas? Hay demasiadas… cualquier otro elegiría una al azar o, simplemente, no haría varias traducciones.

-Por eso cualquier otro no es tan bueno como lo soy yo -contestó con una sonrisa y se acabó la cerveza de un profundo y largo trago.

-El lunes por la mañana el jefazo quiere un par de capítulos. Eso significa que te vas a quedar sin juerga todo el fin de semana. Divertido, ¿verdad?

-Muchísimo… bueno, entonces será mejor que me vaya a mi casa y me enclaustre con mis queridos U2.

-Entonces nos vemos mañana Michael -me despedí mientras le acompañaba hasta la salida.

-Ciao! -se despidió haciendo una reverencia.

Estaba empezando a oscurecer y el nuboso cielo de la ciudad se vestía anaranjado para despedir el día. Abrí la ventana y salí a mi pequeño balcón para respirar un poco de aire fresco y observar al engalanado cielo de aquel momento. Muchos jueves no tenía que ir a trabajar por la tarde y ello me permitía distraerme del mundanal ruido y acelerar la lectura de los libros que llevaba con retraso y que se apilaban sobre mi mesita de noche. El teléfono empezó a sonar -pero éste no era uno de esos días-.

-¿Sí? -contesté al apretar el botón.

-Hola, soy yo -respondió la familiar voz de mujer que había al otro lado.

En mi vida había habido algunos «hola, soy yo», pero desde hacía algo más de año y medio esas palabras pertenecían únicamente a ella, a Lydia. También trabajaba en la editorial, pero ella era responsable de las ediciones de clásicos españoles. Era toda una mujer y ahora sólo mía.

-Hola preciosa, ¿cómo va Bécquer? -le saludé haciéndola rabiar un poquito.

-¡No seas malo! Si tenemos en cuenta que está bien muerto y enterrado hace algo más de un siglo… no creo que le importe mucho una nueva edición de sus Rimas.

-Tal vez no… pero puede que al jefazo sí que le importe.

-Sshhh… no hablemos de trabajo, estoy harta de trabajo -me dijo-. Quiero que estés en una hora en mi casa con traje y corbata. Y nada de quejas o de pataletas de niño de seis años, ¿entendido?

-¡Los suspiros son aire y van al aire! ¡Las lágrimas son agua y van al mar…!

-¿Me has oído? -preguntó interrumpiéndome mi declamación.

-Dime, mujer, cuando el amor se olvida, ¿sabes tú a dónde va?

-Sí… a mi casa y en traje en cincuenta y nueve minutos -contestó a la pregunta del poema de Bécquer.

-Allí estaré preciosa -contesté mientras la sonreía por el auricular.

-Hasta ahora.

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Escrito por bydiox
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7 Comentarios:


  • Escrito a las 24/5/07 02:37, Anonymous Anónimo

    Lo he leido así por encima, mañana lo analizaré más a fondo, pero mola a primeras :)

     
  • Escrito a las 24/5/07 17:25, Blogger kurtosis

    "Fragmentos de recuerdos de la memoria III" de: Desde el otro lado, Sus escritos de manera minuciosa, con estupendo precepto.
    Atte.
    Kurtosis.

     
  • Escrito a las 25/5/07 06:02, Anonymous Anónimo

    Vaya, escritos, consideradas, continuadas de leerla, disfruto sus escritos, buen día.

     
  • Escrito a las 26/5/07 00:09, Anonymous Anónimo

    La continuación, luego de leer el resto me ha gustado, me sigue gustando y espero con ganas una IV parte...

    Un beso y buen fin de semana!

     
  • Escrito a las 26/5/07 02:49, Anonymous Anónimo

    Voy a hablar con sinceridad porque es la única manera de aprender, al margen de las retroalimentaciones de peloteo que sirven para subir la autoestima, incrementar el ego y en general para llevarse grandes desengaños.

    “mi memoria recordé algo que había leído tiempo atrás, una cita de Einstein que recordaba vagamente….” Repites “recordar”, podrías haber usado algún sinónimo.

    “Supongo que si todo hubiera sido ligeramente distinto yo también lo hubiera sido. Y eso no sé si podría soportarlo…” Repites “sido” y la frase tiene demasiados condicionales.

    “me puse algo de música de los tiempos en los que yo era algo más joven y me puse a navegar un poco por Internet…” Repites “puse”

    Estos son algunos de los diversos errores que he hallado. El relato es pasable, para un aficionado, pero le falta calidad y pulido. En cuanto a los diálogos, son algo aburridos, les sobra densidad y les faltase gancho.

    Mejora o retírate, pequeño.

     
  • Escrito a las 26/5/07 16:28, Blogger Missing

    Cómo está el tema...

    A mí me gusta ese insistir de ella en que te pongas las pilas y hagas las cosas bien, y tú mientras intentando una declaración más bien torpona jeje.
    Situaciones cotidianas que traen recuerdos a la memoria..
    Beso..

     
  • Escrito a las 28/5/07 03:20, Blogger bydiox

    Mapashe: Aún espero tu "análisis en profundidad". ¿Tu invitación a la feria de Málaga aún sigue en pie (sin alcohol ni mujeres de por medio)? ;)

    kurtosis: Me alegra que siempre te guste lo que escribo (pero si no es así, también espero la crítica, ¿eh? :P)

    angelina: Disfruta todo lo que quieras.

    mayte: Pues aún quedan 4 partes más, así que si no te aburres pronto estarán colgadas. Un beso para ti también :**

    espina: No sé quién eres ni cómo has llegado a mi blog, pero voy a contestar a lo que has dicho. El escrito en cuestión tiene alrededor de 2 años (está escrito entre febrero y junio de 2005) y sí, créeme que yo soy el primero que cambiaría muchas cosas, pero más o menos permanece igual desde que lo terminé y reescribí el capítulo final y corregí algunas cosas.
    Sobre el estilo decirte que yo escribo como quiero, repetir palabras no creo que pueda ser considerado un 'error', entendiendo tal Acción desacertada o equivocada (vía D.R.A.E.) puesto que yo soy el que lo escribí así en ese momento, así debe ser (guste más o menos).
    No sé si le faltará calidad o no, pero pulido fijo que sí (soy un escritor de impulsos, de arrebatos y no suelo pulir demasiado lo que escribo; mea culpa).
    Si los diálogos son 'aburridos, densos' es porque la relación entre los personajes lo es y una conversación ligera no sería en absoluto apropiada.

    "Mejora o retírate, pequeño". Han pasado 2 años y si he mejorado o no tú mism@ puedes decirlo, en este blog encontrarás muchas otras cosas, júzgalas. Pero he de decirte que no voy a retirarme mejore o no mejore (a tu juicio, claro), seguiré escribiendo puesto que es lo que me apetece hacer, es con lo que me siento cómodo, es con lo que mi mente se siente en su lugar en el mundo. Y lo seguiré haciendo hasta que quede al menos una persona a la que le guste lo que hago, al menos hasta que alguien sonría con mis palabras.

    Imagino que ni tendrás blog ni escribirás, ¿verdad? (es fácil criticar, pero dar la cara...).
    (Duda: ¿eres el mismo crítico que hace un par de entradas tampoco le gustaba lo que escribía?)

    Missing: Ya ves, así están las cosas. Y aunque en ciertas cosas puedo ser yo el protagonista, en realidad no debería serlo, o al menos no deberías identificarme con él :P


    Un saludo... y gracias a todos por vuestros comentarios